Novak Djokovic, a sus 38 años, se enfrenta a una realidad que la grada de Nueva York parece compartir: la era dorada del mejor tenista de todos los tiempos está llegando a su fin. Carlos Alcaraz lo derrota con un contundente 6-4, 7-6(4) y 6-2 en dos horas y 24 minutos. A pesar de su elegancia al felicitar al rival, Djokovic se replantea su camino mientras acepta que “son demasiado buenos”. La compasión de Alcaraz en la red simboliza esta transición en un partido que, aunque era una semifinal, se siente más como un homenaje al serbio.
El romance de Djokovic con el tenis persiste a pesar de los desafíos y el agotamiento físico. Aunque intenta resistir y no ser un segundo, el paso del tiempo y las nuevas competencias lo empujan a un terreno desconocido. Frente a competidores como Alcaraz y Sinner, se le exige cada vez más, recordando que incluso él debe enfrentar el inevitable reloj que también afectó a Federer y Nadal.
La falta de precisión y la acumulación de errores, 60 en total, reflejan el complejo momento que vive Djokovic. El juego es denso y el entorno neoyorquino parece recordar sus glorias pasadas mientras él lucha con el presente. Alcaraz, por su parte, no baja la intensidad y aprovecha los fallos del serbio para mantener su ventaja. El público apoya a Djokovic, pero es claro que esta vez su mejor esfuerzo no fue suficiente.
La narrativa de estos enfrentamientos se repite con Sinner y Alcaraz dominando el circuito desde mayo. Con la repetición de finales entre ellos, se marca un hecho histórico: por primera vez desde 1968, los mismos jugadores se enfrentan en tres de las cuatro grandes finales de la temporada. Djokovic sigue en escena, pero su reinado parece llegar a su desenlace mientras una nueva generación toma el relevo.
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