El 22 de junio de 1994, Andrés Escobar, jugador colombiano, tuvo la desafortunada suerte de anotar un gol en propia puerta durante un partido del Mundial de EE. UU. Este error fue crucial, ya que terminó con la derrota de Colombia por 2-1 y su eliminación del torneo. Un presagio terrible surgió cuando el sobrino de Escobar dijo: “Mami, al tío Andrés lo van a matar”. Diez días después, Escobar fue asesinado por un sicario en Medellín, reflejando la violencia de aquel tiempo. Hoy, situaciones así son inimaginables, al menos de esa forma tan brutal.
En la actualidad, jugadores como Ronald Araújo enfrentan otros tipos de presión. Araújo ha cometido errores serios en partidos importantes, pero su entrenador reveló que no está preparado mentalmente, afectado por algo externo. La exposición a la crítica es parte de su trabajo, aunque ahora el sufrimiento trasciende el ámbito laboral, afectando tanto a los jugadores como a sus familias.
Anteriormente, había momentos de respiro después de las críticas. Los jugadores encontraban alivio al final del partido, pero hoy, el ataque es constante, sobre todo en las redes sociales, donde los insultos racistas y las humillaciones no tienen fin. Esta presión perpetua puede ser devastadora, como lo fue para Lamine Yamal, quien soporta la mayoría de los ataques racistas en línea. Araújo ha expresado que necesita un respiro, lo que refleja el creciente reconocimiento de la importancia de la salud mental.
Francia está tomando medidas para proteger a los jóvenes de este tipo de abuso en las redes sociales, buscando limitar su uso por menores de 15 años y etiquetar medios confiables. Sin embargo, el acoso no se detiene con la adolescencia. Profesionales como Álvaro Morata y Ana Peleteiro han vivido episodios de ansiedad y ataques racistas. La sociedad está empezando a entender la gravedad de este tipo de acoso y la necesidad de que las personas afectadas tomen el tiempo necesario para recuperarse.
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