Chase Budinger aún recuerda la sensación de ver los Juegos Olímpicos sentado en el suelo de la sala de su casa en Encinitas, California. Inspirado por los atletas que ganaban y celebraban con orgullo sus victorias llevando la bandera de su país, Budinger soñaba con representar a Estados Unidos algún día. Ahora, años después, ese sueño se ha hecho realidad: competirá en el equipo de voleibol de playa de EE. UU. en los Juegos Olímpicos de París junto a su compañero Miles Evans.
Desde su transición del baloncesto de la NBA a las arenas del voleibol de playa, Budinger ha enfrentado desafíos significativos. Uno de sus primeros golpes de bienvenida fue un enfrentamiento contra Alexander Brouwer y Robert Meeuwsen, el equipo número uno del mundo en ese momento. “Fue como ser lanzado al fuego,” recordó Budinger. Pero a través de la adaptación de su cuerpo y la experiencia de compañeros veteranos, logró superar los obstáculos. Su sueño olímpico ahora es una realidad, un logro fruto de años de esfuerzo y dedicación.
La transición de Budinger al voleibol de playa no fue una decisión tomada a la ligera. Después de una carrera de siete años en la NBA y un año jugando en España, decidió que no quería seguir con el estilo de vida nómada del baloncesto profesional. “Quería disfrutar más estar en casa y no viajar tanto,” explicó. Además, vio en el voleibol de playa una oportunidad para un cambio de estilo de vida, con una rutina diaria que incluía entrenamientos en la arena y nadar en el océano.
El camino hacia la clasificación olímpica fue arduo, con numerosos altibajos. Con la meta de llegar a París, Budinger y Evans se enfrentaron a desafíos constantes en cada torneo, desde vientos fuertes en China hasta calor extremo y humedad en otros lugares. Finalmente, el 5 de junio, aseguraron su lugar en los Juegos al observar cómo sus competidores principales, Trevor Crabb y Theo Brunner, perdían su partido. “No puedo explicar el alivio y la emoción,” dijo Budinger. Ahora, se prepara para una experiencia olímpica que promete emocionarlo hasta los huesos, especialmente al competir en un escenario tan icónico como el frente de la Torre Eiffel.
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